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domingo, 8 de febrero de 2015

Alan Garcia Perez y su libro sobre Pizarro

En honor a la verdad, mi apreciación personal del Sr. Alan García Pérez, en lo referente a su acción política, es para nada positiva. Ese caballero, no solo arruino la economía del Perú en su primer gobierno, sino que en el segundo gobierno que tuvo a su cargo, si bien el factor económico fue favorable, y esto no por la audacia de su gestión, sino de una cuestión de índole internacional, en lo social, fue un gobernó de represión “ a voz de ganso”.

En lo intelectual, está lejos de ser una joya descollante, pero, es líder de un partido político, que más allá de sus traiciones históricas, representa a un sector político de la población. El APRA es una enfermedad. Eso está lejos de toda duda. Y en la cura de esa enfermedad, casi nadie aporta. Al inicio, el APRA se identificó con la izquierda, luego ha fluctuado, según su conveniencia, entre la izquierda moderada y la derecha reaccionaria. La indefinición es lo esencial en el APRA, y Alan García Pérez, no puede ser ajeno a esa indefinición y a la “fea costumbre” de acomodarse según sean las circunstancias, confundiendo, audacia con oportunismo mediocre.

En fin, estas líneas, no es para sentar posición frente al APRA, es por demás conocido mi antiaprismo ideológico, pues soy marxista.

Pasemos a entender entrelineas el pensamiento rector que Alan García Pérez nos comunica en este su libro Pizarro El Rey de la Baraja.

Considero, como idea rectora en el libro, la de un Pizarro ignorante pero que supo reconocer lo decisivo del factor político para pretender construir un reino legitimo para él.

Esta idea rectora, no es novedosa, pero no muy difundida. Pizarro, sin tomar en cuenta las enseñanzas de Maquiavelo, empleo como nadie en su tiempo, las estrategias y tácticas maquiavélicas necesarias para conquistar el Perú antiguo y erigir su gobierno.

Es, además, muy apetecible, que el que valora la “viveza” de Pizarro, sea alguien que se ha valido de la política para ser de los que “no conocen el sudor de la frente”. Sin embargo, como se dice en lógica: argumentum ad hominem.

“…Tal vez su principal y verdadero instrumento fue su capacidad política de Pizarro, quien con ella, se convirtió en un rey de hecho sobre un inmenso territorio… en el juego de la baraja y los dados… aprendió y ejercito un sistema o programa de acción política…” (Pag. 13)

Aquí evidenciamos el punto de vista de García Pérez acerca de que el entrenamiento político de Pizarro no fue de la manera tradicional, por medio de la instrucción, pues Pizarro fue analfabeto, sino por medio del vicio del juego de la baraja, que le permitió adquirir paciencia, reconocer las emociones en el rostro de las personas y hacer jugadas precisas en el momento requerido. La baraja mezcla el cálculo con el azar, y esto tiene mucho en la política, aunque el azar podría entenderse por aquello exteriorizado y que no es posible tenerlo en control. Un político que no calcula sus decisiones, está sujeto a las decisiones de otros, o sea, deja la política en manos de otros.

La acción política de un personaje es el conjunto de decisiones, proyectos, motivaciones, relación con otros, e inclusive la imagen que tiene de sí mismo y la imagen que quiere proyectar ante otros, etc.” (Pag. 14)

Aquí, García Pérez nos entrega su apreciación tocante la acción política de una persona, además, incluye la imagen que uno proyecta y la imagen que uno tiene de sí mismo.  Cuanto mejor emplea su acción política, será más eficaz y eficiente.

“… pues como demuestra la experiencia de Pizarro, casi todo puede hacerse con la política y sus buenas o malas artes, pero no durar para siempre.” (Pag. 21)

La conquista del imperio incaico por Pizarro, fue el suceso más brutal que ser humano pueda imaginar. El nivel de bestialidad, se debía a diversos factores, pero todos ellos coadyuvaron a Pizarro para doblegar al imperio incaico. Los actos inhumanos que Pizarro o bien ejecuto o bien permitió, se debían a “cálculos” políticos necesarios para conquistar y mantener lo conquistado.

Pizarro fue suficientemente sagaz, o cínico, para ocultar ante el propio Atahualpa la decisión de ejecutarlo.” (Pag. 66)

Pizarro fue muy astuto para hacerle pensar a Atahualpa que no deseaba matarle, pero dentro de sí, esperaba el momento oportuno para acabar con el Inca. La política requiere de quienes se dedican a esta actividad, la mezcla de varias virtudes y también de variadas artimañas, sin las cuales es imposible actuar políticamente, por más discursos éticos y morales que pregonemos.

Pero Pizarro no solo identifico psicológicamente a las personas, sino también a los grupos sociales. Fue inteligente al comprender algo que, en muchas oportunidades definió los encuentros. Los indios, por su religiosidad, no peleaban de noche por no tener entonces la protección de su dios, y eso le permitió reconstruir las fuerzas, reorganizarlas y lanzar ataques nocturnos. Además intuyo que el espíritu anónimo y colectivo de la fuerza indígena le impedía pelear sin jefe y por ello, su plan principal fue tomar prisionero a Atahualpa…” (Pag. 135-136)

Aquí, hay una enseñanza de primerísima importancia. Los españoles no estaban sujetos al dios sol, por ello, podían pelear tanto de día como de noche, pues su dios había creado tanto la noche como el día, no así los indígenas, quienes necesitaban a todas luces contar con el respaldo del dios sol. Además, advierte García Pérez, que Pizarro reconoció el apego al jefe que padecían los indios y decidió tomar el “toro por las astas” y capturar al líder Inca.

El apego a formas establecidas de lucha y no pretender explorar otras nuevas, no solo castra nuestra audacia sino que nos vuelve endebles ante el enemigo.

“…La habilidad política y sus reglas tienen también un limite.” (Pag. 173)

Con esta sentencia Alan García Pérez culmina su libro.

Un libro donde la historia de Pizarro y la conquista del antiguo Perú es vista desde el Angulo del actor político, de aquel que toma la decisión. Libro interesante y de ágil lectura.

Cuestión aparte debe ser tratado un fragmento del libro, donde García Pérez vulgariza la interpretación del materialismo histórico, y es necesario aclarar.

“…Pero aquí el tema es comprender por qué un grupo o una persona determinados toman la decisión y por qué son ellos y no otros los que por el momento actúan en nombre de todos. Ese es el análisis político. Y no tiene como respuesta fácil la que el marxismo vulgar ofrece. Antonio Gramsci, el mayor intelectual marxista en la Italia de entreguerras, se preguntaba en la cárcel por que el cambio político al socialismo no se producía allí si las condiciones económicas, según él, ya estaban dadas. Y debió concluir admitiendo que ello era producto de que la élite había capturado la cultura, el mundo de la formación y trasmisión de las ideas “orgánicas” dentro del Bloque Histórico; en otras palabras, aceptó que el dominio del pensamiento, de las iniciativas, de la persuasión, es decir, la política, era tan o más importante que la acumulación de la riqueza y de la producción.” (Pag. 28)

No merecería aclaración o comentario, pero, como está escrito por el Sr. García Pérez, líder de un partido político que desde su fundación ha tratado de “mala manera” al marxismo; entonces, se hace ineludible que presente mi punto de vista tocante al fragmento transcrito.

Los marxistas, somos de la idea que las formaciones económicas sociales, no obedecen a caprichos de personas, sino que son procesos históricos naturales. Sin embargo, esto no quiere decir que los cambios revolucionarios serán dados sin intervención humana. Entonces tenemos la conjugación dialéctica de factor objetivo y subjetivo. Que el liderazgo de un político es importante para la historia, y que la historia al fin de cuentas lo hacen las personas, claro que sí.

García Pérez desconoce la dialéctica de ambos factores. Además, desea hacernos creer que Antonio Gramsci, ha desvirtuado al materialismo histórico, nada más alejado de la verdad. La mentira es una constante en el discurso de Alan García.

Las condiciones objetivas podrían ser de las más avanzadas pero sin el acompañamiento del factor subjetivo, los cambios revolucionarios no podrían darse. Y el desfase del factor subjetivo con el objetivo, se debe a que la formación política está en manos de quienes no desean el cambio revolucionario de la sociedad, entonces, es comprensible que debamos arrebatarles de las manos la cultura de dársela al pueblo y a sus hijos más esclarecidos, para que factor subjetivo y objetivo coincidan y se forje el cambio.

Aunque hay experiencias donde el factor objetivo estaba rezagado a diferencia del factor subjetivo, por ejemplo la Rusia de 1917, sin embargo, el cambio revolucionario de la sociedad permitió que el factor objetivo se ponga a nivel del subjetivo en breve tiempo.

Reconozco lo importante del liderazgo político, pero pretender que el líder político puede hacer y deshacer los cambios políticos es subjetivismo histórico y un insulto a la inteligencia. Es, además, culto a la personalidad, algo que a García Pérez le suena bien.

Alan García Pérez ha escrito este libro sobre la acción política de Pizarro, pues indirectamente él es un Pizarro que en política juega a la baraja, con astucia, artimañas y un poco de azar.



Charliejohn