En honor a la
verdad, mi apreciación personal del Sr. Alan García Pérez, en lo referente a su
acción política, es para nada positiva. Ese caballero, no solo arruino la economía
del Perú en su primer gobierno, sino que en el segundo gobierno que tuvo a su
cargo, si bien el factor económico fue favorable, y esto no por la audacia de
su gestión, sino de una cuestión de índole internacional, en lo social, fue un gobernó
de represión “ a voz de ganso”.
En lo
intelectual, está lejos de ser una joya descollante, pero, es líder de un
partido político, que más allá de sus traiciones históricas, representa a un
sector político de la población. El APRA es una enfermedad. Eso está lejos de
toda duda. Y en la cura de esa enfermedad, casi nadie aporta. Al inicio, el
APRA se identificó con la izquierda, luego ha fluctuado, según su conveniencia,
entre la izquierda moderada y la derecha reaccionaria. La indefinición es lo
esencial en el APRA, y Alan García Pérez, no puede ser ajeno a esa indefinición
y a la “fea costumbre” de acomodarse según sean las circunstancias,
confundiendo, audacia con oportunismo mediocre.
En fin, estas líneas,
no es para sentar posición frente al APRA, es por demás conocido mi antiaprismo
ideológico, pues soy marxista.
Pasemos a
entender entrelineas el pensamiento rector que Alan García Pérez nos comunica
en este su libro Pizarro El Rey de la Baraja.
Considero, como
idea rectora en el libro, la de un Pizarro ignorante pero que supo reconocer lo
decisivo del factor político para pretender construir un reino legitimo para
él.
Esta idea
rectora, no es novedosa, pero no muy difundida. Pizarro, sin tomar en cuenta
las enseñanzas de Maquiavelo, empleo como nadie en su tiempo, las estrategias y
tácticas maquiavélicas necesarias para conquistar el Perú antiguo y erigir su
gobierno.
Es, además, muy
apetecible, que el que valora la “viveza” de Pizarro, sea alguien que se ha valido
de la política para ser de los que “no conocen el sudor de la frente”. Sin embargo,
como se dice en lógica: argumentum ad hominem.
“…Tal
vez su principal y verdadero instrumento fue su capacidad política de Pizarro,
quien con ella, se convirtió en un rey de hecho sobre un inmenso territorio… en
el juego de la baraja y los dados… aprendió y ejercito un sistema o programa de
acción política…” (Pag. 13)
Aquí evidenciamos
el punto de vista de García Pérez acerca de que el entrenamiento político de
Pizarro no fue de la manera tradicional, por medio de la instrucción, pues
Pizarro fue analfabeto, sino por medio del vicio del juego de la baraja, que le
permitió adquirir paciencia, reconocer las emociones en el rostro de las
personas y hacer jugadas precisas en el momento requerido. La baraja mezcla el cálculo
con el azar, y esto tiene mucho en la política, aunque el azar podría entenderse
por aquello exteriorizado y que no es posible tenerlo en control. Un político que
no calcula sus decisiones, está sujeto a las decisiones de otros, o sea, deja
la política en manos de otros.
“La acción
política de un personaje es el conjunto de decisiones, proyectos, motivaciones,
relación con otros, e inclusive la imagen que tiene de sí mismo y la imagen que
quiere proyectar ante otros, etc.” (Pag. 14)
Aquí, García Pérez
nos entrega su apreciación tocante la acción política de una persona, además,
incluye la imagen que uno proyecta y la imagen que uno tiene de sí mismo. Cuanto mejor emplea su acción política, será más
eficaz y eficiente.
“… pues
como demuestra la experiencia de Pizarro, casi todo puede hacerse con la política
y sus buenas o malas artes, pero no durar para siempre.” (Pag. 21)
La conquista del
imperio incaico por Pizarro, fue el suceso más brutal que ser humano pueda
imaginar. El nivel de bestialidad, se debía a diversos factores, pero todos
ellos coadyuvaron a Pizarro para doblegar al imperio incaico. Los actos
inhumanos que Pizarro o bien ejecuto o bien permitió, se debían a “cálculos” políticos
necesarios para conquistar y mantener lo conquistado.
“Pizarro
fue suficientemente sagaz, o cínico, para ocultar ante el propio Atahualpa la decisión
de ejecutarlo.” (Pag. 66)
Pizarro fue muy
astuto para hacerle pensar a Atahualpa que no deseaba matarle, pero dentro de
sí, esperaba el momento oportuno para acabar con el Inca. La política requiere
de quienes se dedican a esta actividad, la mezcla de varias virtudes y también de
variadas artimañas, sin las cuales es imposible actuar políticamente, por más
discursos éticos y morales que pregonemos.
“Pero
Pizarro no solo identifico psicológicamente a las personas, sino también a los
grupos sociales. Fue inteligente al comprender algo que, en muchas
oportunidades definió los encuentros. Los indios, por su religiosidad, no
peleaban de noche por no tener entonces la protección de su dios, y eso le permitió
reconstruir las fuerzas, reorganizarlas y lanzar ataques nocturnos. Además intuyo
que el espíritu anónimo y colectivo de la fuerza indígena le impedía pelear sin
jefe y por ello, su plan principal fue tomar prisionero a Atahualpa…”
(Pag. 135-136)
Aquí, hay una
enseñanza de primerísima importancia. Los españoles no estaban sujetos al dios
sol, por ello, podían pelear tanto de día como de noche, pues su dios había creado
tanto la noche como el día, no así los indígenas, quienes necesitaban a todas
luces contar con el respaldo del dios sol. Además, advierte García Pérez, que
Pizarro reconoció el apego al jefe que padecían los indios y decidió tomar el “toro
por las astas” y capturar al líder Inca.
El apego a
formas establecidas de lucha y no pretender explorar otras nuevas, no solo
castra nuestra audacia sino que nos vuelve endebles ante el enemigo.
“…La
habilidad política y sus reglas tienen también un limite.” (Pag. 173)
Con esta
sentencia Alan García Pérez culmina su libro.
Un libro donde
la historia de Pizarro y la conquista del antiguo Perú es vista desde el Angulo
del actor político, de aquel que toma la decisión. Libro interesante y de ágil
lectura.
Cuestión aparte
debe ser tratado un fragmento del libro, donde García Pérez vulgariza la interpretación
del materialismo histórico, y es necesario aclarar.
“…Pero aquí
el tema es comprender por qué un grupo o una persona determinados toman la decisión
y por qué son ellos y no otros los que por el momento actúan en nombre de
todos. Ese es el análisis político. Y no tiene como respuesta fácil la que el
marxismo vulgar ofrece. Antonio Gramsci, el mayor intelectual marxista en la
Italia de entreguerras, se preguntaba en la cárcel por que el cambio político al
socialismo no se producía allí si las condiciones económicas, según él, ya
estaban dadas. Y debió concluir admitiendo que ello era producto de que la élite
había capturado la cultura, el mundo de la formación y trasmisión de las ideas “orgánicas”
dentro del Bloque Histórico; en otras palabras, aceptó que el dominio del
pensamiento, de las iniciativas, de la persuasión, es decir, la política, era
tan o más importante que la acumulación de la riqueza y de la producción.”
(Pag. 28)
No merecería aclaración
o comentario, pero, como está escrito por el Sr. García Pérez, líder de un
partido político que desde su fundación ha tratado de “mala manera” al
marxismo; entonces, se hace ineludible que presente mi punto de vista tocante
al fragmento transcrito.
Los marxistas,
somos de la idea que las formaciones económicas sociales, no obedecen a
caprichos de personas, sino que son procesos históricos naturales. Sin embargo,
esto no quiere decir que los cambios revolucionarios serán dados sin intervención
humana. Entonces tenemos la conjugación dialéctica de factor objetivo y
subjetivo. Que el liderazgo de un político es importante para la historia, y
que la historia al fin de cuentas lo hacen las personas, claro que sí.
García Pérez desconoce
la dialéctica de ambos factores. Además, desea hacernos creer que Antonio
Gramsci, ha desvirtuado al materialismo histórico, nada más alejado de la
verdad. La mentira es una constante en el discurso de Alan García.
Las condiciones
objetivas podrían ser de las más avanzadas pero sin el acompañamiento del
factor subjetivo, los cambios revolucionarios no podrían darse. Y el desfase
del factor subjetivo con el objetivo, se debe a que la formación política está
en manos de quienes no desean el cambio revolucionario de la sociedad, entonces,
es comprensible que debamos arrebatarles de las manos la cultura de dársela al
pueblo y a sus hijos más esclarecidos, para que factor subjetivo y objetivo
coincidan y se forje el cambio.
Aunque hay
experiencias donde el factor objetivo estaba rezagado a diferencia del factor
subjetivo, por ejemplo la Rusia de 1917, sin embargo, el cambio revolucionario
de la sociedad permitió que el factor objetivo se ponga a nivel del subjetivo
en breve tiempo.
Reconozco lo
importante del liderazgo político, pero pretender que el líder político puede
hacer y deshacer los cambios políticos es subjetivismo histórico y un insulto a
la inteligencia. Es, además, culto a la personalidad, algo que a García Pérez
le suena bien.
Alan García Pérez
ha escrito este libro sobre la acción política de Pizarro, pues indirectamente
él es un Pizarro que en política juega a la baraja, con astucia, artimañas y un
poco de azar.
Charliejohn