Como entender el 1º de mayo. Hoy es un día
de regocijo para los trabajadores del mundo. También hoy renace la esperanza de
un mundo forjado por los trabajadores emancipados de la explotación capitalista.
Es cierto, cuando hablamos de proletariado,
expresamos un concepto ya difícil de definir en estos tiempos, sin embargo,
proletario, engloba a todo trabajador que no tiene más medio de subsistencia
que su propio trabajo, sea este manual y/o intelectual; aunque el avance
tecnológico haya alienado a muchos, ello no anula tampoco invalida el concepto
marxista de proletario.
El avance tecnológico puede generar un
ambiente de obnubilación, el acceso a comprar aparatos cada vez más
sofisticados por parte del proletariado, no le quita su condición de clase. Aquí,
hay que diferenciar entre condición de clase y conciencia de clase. El
proletario tiene per se, por su
posición social la condición de clase pero ello no significa que posea una
conciencia de sí de tal condición (conciencia de clase) ni que tal conciencia
le inflame en el pecho un ánimo revolucionario.
Cuando se dice revolucionario, las mentes
más envenenadas la asocian con terrorismo, entonces deberíamos expresar que
terrorismo es toda acción ejecutada por una organización con objetivos de
amedrentamiento de la población, en otras palabras, su propósito es generar
terror y por medio de ella realizar su proyecto político, religioso o ambos.
Empero, cuando menciono la palabra revolucionario, estoy haciendo referencia al deseo de cambiar
el orden de cosas existente, para la realización de un proyecto político que
supere al actual. Entonces, considero revolucionario a quien propone cambios rápidos
en el entorno social, pudiendo estos ser de índole incruenta o/y cruenta.
Valgan verdades, no conozco de ningún proyecto revolucionario que no haya
ocasionado o requerido derramamiento de sangre. La revolución no se realiza
para desangrar a alguien, sin embargo, más de las veces no puede impedirlo y en
algunas situaciones la necesita; como lo dijera el gran J.D. Velosky “el
árbol de la libertad se riega con sangre”, y que más proyecto
libertario que la revolución.
El siglo XX ha estado lleno de
revoluciones; cada una con sus matices, aunque ninguna ha sobrevivido a ese
siglo, claro, con la excepción de Cuba y Corea del Norte. De ninguna manera
deberíamos considerar a China, que de revolucionaria solo tiene los libros de
Mao que aún se siguen imprimiendo, más que por considerarla luminaria
revolucionaria, lo hacen por respeto a lo que significó Mao en su tiempo.
Corea del Norte, aunque con Kim Il Sung, se
consideraba marxista-leninista, ahora, se autodenomina Juche. En cambio Cuba,
con sus limitaciones, aún sigue como una nación socialista, en el sentido
marxista de la palabra.
Pero, ¿Qué clase de revolución pregonamos?
¿Igual a las del siglo XX o diferentes? La revolución no debe perder su
esencia, más sin embargo, debe también adecuarse a los tiempos actuales,
pretender una revolución al estilo siglo XX es suicida y una falta de respeto a
la tesis marxista del materialismo histórico “estudio concreto de la realidad
concreta”; una revolución que necesariamente será diferente en la forma
o en los caminos pero su fin será igual, pues ¿Por qué debería ser diferente en
sus fines? Somos marxistas, y nuestro deber es la revolución, pero, también
somos nietzscheanos, y nuestro imperioso deber es realizarla de forma superior.
En la actualidad, el proletariado solo
cuenta con una organización internacional masiva y representativa como lo es la
IV Internacional, sin embargo ella ha degenerado, deviniendo en defensora de la
diversidad sexual y promotora de derechos a la minoría LTGB (lesbianas,
transexuales, gay, bisexuales), ecologista, animalista. No digo que todo ello
sea malo, ser ecologista o al menos respetuosa de la ecología es necesaria para
nuestra propia continuidad como seres vivos, y el respeto a los animales, no
merece más comentario al respecto, pues salta a la vista que ello es muestra de
nuestra civilidad. Pero, la cosa se torna turbia cuando una organización proletaria
como la IV Internacional, en su programa de lucha, incluye la orientación
sexual sin tener ningún fundamento ideológico para ello (quizá la explicación
se debe a que la mayoría de los dirigentes de la IV Internacional, no solo han
descubierto la postura anticapitalista, sino también sus propias orientaciones
sexuales y por ello tratan de reivindicar sus propios “deseos carnales”).
Falta una organización de talla
internacional, pues el capital que explota al proletario es de índole
internacional, por ello, en el Manifiesto Comunista, tanto Marx como Engels
sentencian que “El proletariado no tiene patria”. Económicamente, el proletario
no tiene patria, aunque socialmente lo tenga y aunque políticamente sea
conveniente el patriotismo en algunos momentos. El nacionalismo dependerá del
tipo que sea y de quien lo asume frente
quien lo dirige.
Hoy primero de mayo, la esperanza reclama
acción. Nuestro aporte, insignificantes para muchos y fuera de contexto para
otros, lograra en su momento cristalizar. La tarea es ardua, pero se nos va la
vida en realizarla. El proletariado requiere de una organización política, con
una férrea visión del mundo marxista y con ambiciones nietzscheanas.
¡Viva el 1º de mayo!
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