Dos problemas primarios del ser
humano; el primero, se soluciona mediante la pretendida trascendencia sobre la
muerte, de seguir viviendo después de muerto, y hacerlo en mejores condiciones;
el otro, soluciona el problema de afirmarse sobre otros, de validar su poder de
dominio. Religión y política, dos soluciones para los fundamentales problemas
primarios del homo sapiens.
El aspecto religioso nos brinda la
seguridad de tener vida después de la muerte, de tenerla en mejores condiciones
como premio al sometimiento, aquí en la vida terrenal, a los designios divinos
de un ente sobrenatural (o pensar que se está sometido); la política, soluciona
ese problema, también primario, de afirmación de la voluntad de dominio, de
estar por “encima” de los demás, de dar las pautas y ordenes a los demás.
El miedo y la ignorancia a lo que sucederá
después de la muerte, el tener la confianza de estar bajo el cuidado divino, cimenta el ánimo religioso. Lo "paternal" es necesario para acallar nuestros miedos supremos.
La voluntad de dominio sobre los demás,
el querer regular la vida social y liderarla, instituye la política como
actividad necesaria para lograr afirmar la voluntad de poder que primitivamente
tenemos, y que seguiremos teniendo como seres que requieren vivir en sociedad.
Política
y religión, soluciones necesarias para superar los problemas que nos
atormentan. Aunque casi todos, de una forma u otra, empleamos esas dos
actividades, lo realmente sorprendente es que la gran mayoría solo es "juguete" de unos pocos que han logrado conocer
los reales alcances de esas actividades, y por ende, dominan a miles de millones
de seres humanos, logrando afirmarse sobre otros y subyugarlos, sin la menor
sospecha de la ingente masa. La política y la religión, son actividades empleadas por años, afectando nuestros destinos. Aunque, una de esas
actividades es posible arrebatarla de las manos de aquellos que dominan
nuestras vidas diarias, la otra, en cambio, es producto de nuestras fantasias
primitivas de tener seguridad sobre lo que desconocemos ultraterrenalmente.
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