“¿Entonces acerca de qué hemos estado
disputando por estos treinta años? Me temo que, acerca de palabras”. Juan Wesley
Brian Gray, de
una forma clara, amena y sencilla, en su Folleto cuyo título es: LA HISTORIA Y
EL FRUTO DEL MENSAJE MODERNO DE SALVACIÓN, expone las razones luteranas,
wesleyanas, anabaptistas, pentecostés y otros al respecto de la salvación.
Salvación, si ella es por “solo fe”, “por gracias de Dios”, “por
obras (obediencia)”.
Aunque, sin
tener la capacidad de Brian Gray, ni las motivaciones de él, quisiera, si se me
permite, comenzar mi comentario, recordando las palabras con las que predicaba
Juan El Bautista, quien según San Mateo 3:2 expresaba “y diciendo: Arrepentíos, porque
el reino de los cielos se ha acercado.” Asimismo, el propio Jesús según
San Mateo 4:17 predicaba “Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a
decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.”
Estas dos citas
bíblicas, hasta para el más neófito en asuntos bíblicos, no pueden dejar dudas
acerca de que la salvación transita el camino del reconocimiento del pecado, la
negación del mismo mediante el arrepentimiento y la superación del estado
anterior mediante demostraciones dignas de arrepentimiento.
Si bien es
cierto, que en otra parte del nuevo testamento se sostiene que “por
gracias sois salvos”, esa gracia o regalo es dado por Dios, ya que él
sabe quién merece ser salvo y quien no, pues “por sus frutos los conoceréis”,
entendiendo por frutos, las obras de arrepentimiento y sujeción a las pisadas
de “aquel
que os llamo a su luz admirable”.
La sola fe, como
doctrina teológica, es controvertida, pero como estrategia publicitaria, es
hondamente agradable al público. La salvación por el solo hecho de estar
convencido de ello, convierte al evangelio en un método de “sentirse
bien espiritualmente” aunque sea con mentiras.
Creer que se es
salvo por el mero hecho de estar convencido de aquello, solo puede ser producto
de un cristianismo “amigo del mundo” y por ende constituido “en enemigo de Dios.”
El cristianismo,
está siendo erosionado desde dentro. Son los mismo cristianos quienes compiten
cada día en quien se leja más de las enseñanzas de Jesús, utilizando en algunas
oportunidades al mismísimo Pablo para “arreglar” a Jesús; cuando lo
correctamente hermenéutico seria entender a Pablo mediante las palabras de
Jesús.
Como saber si se
es salvo, a pesar de nuestra innata iniquidad, pues como dice David en un
Salmo: “…y en pecado me concibió mi madre”. De hecho que no será un mero
sentimiento de seguridad, sino la fe que es revestida por las obras, pues si la
fe carece de obras, como lo dijo Santiago “es muerta” y si aquella fe carece de
vida, no puede ser la fe en un Dios vivo. Solo la fe en Dios, con una demostración
pública de frutos dignos de arrepentimiento hará posible la gracia de la
salvación que es potestad de Dios.
Y todo esto, creo,
obedece a una lógica teológica sencillísima, la predicación al inconverso debe
estar centrado, no en el amor de Dios al pecador, sino en el reconocimiento de
su naturaleza pecadora (ejemplo, la primera predicación de Pedro en el Pórtico
de Salomón), lo cual dará lugar al arrepentimiento y como consecuencia, al gozo
del amor de Dios hacia el hombre, quien no escatimo ni a su propio hijo para
salvar a la humanidad, por consiguiente el hombre arrepentido debe conducirse
dando frutos dignos de arrepentimiento y buen testimonio, pues la salvación es
una gracia otorgada por Dios, pues el mismo reclama “ser santos como yo soy santo”.
El
arrepentimiento y la fe en la salvación no es un cheque en blanco ni un
salvoconducto para que de ahí en adelante se descuide una vida que prescribe “tomar
una cruz” siguiendo las pisadas del maestro.
Charliejohn
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